martes, 27 de enero de 2015

Sigo aquí.

Sentir ese dolor en mi pecho, sentir como mi interior arde en un fuego en el que una vez hubo un corazón lleno de amor y que ahora, se está convirtiendo en cenizas.
Sentir como aquel dolor, te acompaña cada minuto de tu vida, convirtiéndose así en una bestia, un fantasma, o como una parte de ti.. llámalo como quieras.
Sentir como toda esa fuerza que durante años has estado tratando de forjar, va desapareciendo hasta llegar a convertirse en algo insignificante y casi invisible para tu propio ser.
Sentir como esas ganas locas de vivir se van desvaneciendo como la arena en una ventisca y como tu interior se empieza a volver negro, oscuro y tétrico.

Sentir como tu propia sonrisa, desaparece como por arte de magia, en un momento, y comienzas a no reconocer a la persona que aparece ante aquel espejo.
Sentir como tu mirada comienza a entristecerse, a no tener ese brillo que normalmente tienes y que tanto te llega a gustar.
Sentir que el único motivo por el que no tiras la toalla, es porque el propio dolor no te deja..

Y te acabas estancando.
Te estancas en un mar de odio, pena, sufrimiento, dolor, rabia contenida, ansiedad y enfado. Hasta la propia idea de la muerte te parece inútil si lo comparas con tu bestia interior.
¿Para qué morir? Ganaría él.
¿Para qué vivir? Sólo causo dolor.
Y por mucho que comparas y valoras, no encuentras la solución.
Hasta que un día, aparece esa luz. Esa luz que va brillando más, y no te abandona nunca.
Esa luz es por la que va asomando una respuesta, un motivo, algo en lo que tener fe.

Comienzas a sentir el calor externo. Comienzas a sentir como ese fuego interno se va apaciguando hasta no quemarte más.
Comienzas a volver a ser tú; a ver como tímidamente aparece esa sonrisa. Comienzas a ver como esa mirada, deja de ser aquellos ojos tristes, y empiezan a tener ese brillo que tuviste una vez.
Comienzas a entender que desaparecer, ya no está en tu vocabulario, al menos de momento. Comienzas a sentir que tienes un motivo por el que luchar; y que ese motivo, se va multiplicando y cogiendo fuerza.
Comienzas a ver un nuevo amanecer, comienzas a vivir.
Dentro de toda esa oscuridad, allí estaba esa luz que siempre brilló. Aquella luz que te ha dado abrazos, amor, libertad, fe, fuerza, esperanza, apoyo y VIDA.

Ahora sé que no voy a rendirme. Sé que seguiré luchando, junto a mis cicatrices, con mis subidas y mis bajadas; pero lucharé. Y que esa luz, estará siempre a mi lado.
Por eso, no dejes de luchar, nunca.
Aunque sientas que ya no puedes más; aunque notes como si tuvieras unas pesas que te estuvieran hundiendo...
Sigue luchando, buscando esa luz, ese motivo, y esa fe. Búscala.

Hazlo por lo que quieras, pero hazlo: Ama, sonríe y sobretodo.. VIVE.

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