Nadie podría imaginar que los sentimientos fueran tan fuertes cuando quieres a alguien que está a cientos de kilómetros y no puedes estar con ella; hasta que al final los puedes cruzar, y es entonces cuando te encuentras a su lado y dejas que los sentimientos y el corazón actúen.
Pero tras mucho tiempo, te tenía enfrente mía y nadie nos podía molestar. Unas mantas en el suelos nos hacía de colchón, y tan sólo teníamos que dejarnos llevar.
Sentí como tus manos se entrelazaban con las mías y mi respiración se volvía más rápida. Ambos dimos un paso y nos acercamos más al otro. Nos quedamos quietos, a unos pocos milímetros de nuestros labios y simplemente nos miramos. Y poco a poco, nuestros labios se fueron juntando hasta que se terminar de unir e irremediablemente nos besamos..
Sentí como me besabas por primera vez. Tus labios eran suaves y besarte era como estar rodeado de ángeles. Mis manos se soltaron de las tuyas y comenzé a estrecharte entre mis brazos sin separarme de tus labios.. Comenzé a bajar por tu cuello, dándote pequeños besos mientras jugabas con mis pelos y yo empezé a desnudarte.
Noté como tu camiseta caía sobre mi brazo hasta caer al suelo al mismo tiempo que yo te besaba con más pasión e iba acercándome a tu pecho hasta llegar al botón de tus pantalones. Desabrochándolo con suavidad y notando como te estremecías con cada pequeña caricia que te daba.
En ese instante, me tumbaste en el suelo y sentí como tus manos recorrían cada centímetro de mi camiseta, buscando el final de ella para poder rozarnos piel con piel.
Tus besos eran largos y suaves y yo, cada vez me sentía más húmeda, con más calor y con más ganas de hacerte el amor. Mis manos rodeaban tu cintura haciendo círculos con las yemas de mis dedos y sintiendo tu piel en contacto con mi cuerpo.
Tu ropa me hacía de almohada mientras tú me desvestías con tanta suavidad como si de seda se tratara. A los pocos segundos, estábamos ambos en ropa interior y tú encima mío.
Mis manos bajaban por tu espalda hasta llegar al calzoncillo, mientras te lo quitaba despacio y rozándote con mis manos; y tus manos, bajaban por mi cuello llegando a mis pechos, mientras empezabas a tocarlos suavemente juntándolos con tus labios y tu lengua. Y cada vez te sentía más, hasta que me terminaste de desnudad y con dulzura y pasión me hiciste tuya.
Te sentía dentro de mí, sentía cada poro de tu hermosa piel junto a mí. Te miraba a los ojos mientras me hacías tuya con cada movimiento, con cada gesto, y la felicidad que existía en esa habitación era inmensa.
Llené tu cuerpo de pequeños mordisquitos acompañados de dulces y suaves besos y tú a cambio, me llenabas de arrumacos y caricias mientras me hacías el amor.
Cada centímetro de nuestros cuerpos había sido acariciado, tocado y besado por la otra persona sin importar la zona que fuera. Y cada vez que lo hacíamos, cada vez que te hacía mío era como volver al cielo. Cada vez que te hacía mío de una y mil posturas era un placer inmenso. Era el placer de amarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario