jueves, 5 de enero de 2017

¿Qué es lo que piensas cuando estás frente al espejo?

Reconozco que el espejo siempre me ha dado miedo.
He pasado unos 10 años de mi vida temiendo al reflejo que en él veía como cuando un cachorro se ve en el espejo por primera vez.

Me he visto un monstruo, alguien débil, alguien que tenía que estar en el mundo por estar, alguien oscura, alguien podrida, e incluso llegué a ver a alguien sin sentimientos.
He visto salir toda la rabia, llorar frente a él, intentar hablar al reflejo con seguridad para poder comerme el mundo, lo he manchado de lágrimas, lo he limpiado de malos recuerdos, e incluso le he gritado.
He estado días escondiéndome de ellos por no ver "los kilos de más."
Los he tapado por no ver al ser que en él habitaba, les he dado la vuelta.. Aunque nunca he roto uno, y espero no hacerlo nunca. Le he sonreído, y me ha devuelto la sonrisa, me he maquillado y desmaquillado..
Le he cantado, como si supiera cantar, me he aprendido letras frente a él, he escrito en él el nombre de alguien a quien quería, e incluso ha caído alguna foto poniendo "morritos".

Sinceramente, le he tenido verdadero pánico al espejo.
Pánico o terror, como quieras llamarlo, pero al fin y al cabo, se puede resumir en miedo; y mucho.
No sabía el pánico que le podía coger a tu propio reflejo, y el odio y la rabia que puedes acumular junto a él. Hasta que lo descubrí.
Hoy en día creo que vivo en una guerra constante contra él.
Algunas veces más fácil, otras veces más difícil, algunas ligeras, y otras veces pesadas..
Pero a fin de cuentas, es algo que siempre te va a acompañar.

El espejo marca tu verdadero reflejo, y es algo a lo que te tienes que acostumbrar, porque es para toda la vida. Y, aunque yo a veces tenga esa pelea interna contra él, a día de hoy hay una cosa que ha cambiado: Ya no le tengo pánico.
No le temo. Sólo el miedo intenta apoderarse de mi cuando tengo un mal día, pero puedo volver a gritar de felicidad o de tristeza, cantar, bailar, observar y llorar sin tener una pizca de pánico.

Así que, a ti que me lees:
¿Qué es lo que piensas de ti cuando te miras en el espejo?.

jueves, 11 de agosto de 2016

Game over.

He sido una montaña rusa de pensamientos y sentimientos.
A la mañana me reía hasta que me dolía el estómago, a la tarde te odiaba con todas mi fuerzas, y a la noche.. simplemente lloraba.
He caído treinta veces, pero me levantaba 40 veces más, buscando con ansia ese momento en el que pudiera parar, para poder así quitarme ese peso del pecho que me impedía respirar, que me ahogaba y me trataba de hundir.
Buscaba ese aliento, esa burbuja que me llevara a la cima de aquella luz que brillaba tan fuerte y conseguía cegarme, pero siempre me encontraba con algo que se disfrazaba de ancla y que debía de arrastrar conmigo para no caer del todo.
Siempre me encontraba a un palmo del suelo, nunca llegaba a tocarlo pero siempre caía un centímetro más. Me encontraba levitando entre el dolor y el bonito final que yo creía que merecía.

Tuve miedo de llegar a tocarlo, miedo de mi, incluso miedo de mi sombra y de mi propio reflejo.
Evitaba espejos por no ver al monstruo que en él aparecía, porque no quería enfrentarme a él.
Me resultaba más fácil no girar mi cabeza hacia aquel espejo y no solucionar ese problema.
Temblaba cada vez que tenía que verme desnuda cuando me iba a la ducha. Me hacía más de diez fotos buscando la mejor sonrisa, y escondía mis lágrimas usando como excusa a mi querida alergia.
No soportaba la idea de pensar en cómo mi madre, mi hermana o mis mejores amigos me podían ver. Imaginarme en su mirada y en lo que podían sentir; en si les avergonzaba, o si les daba asco, miedo o pena.. Sólo eso me aterraba.
Sentía que era lo peor del mundo, aunque irónicamente sabía que no.
Llegué a sentir vergüenza de lo que había en mi, de mi persona y de lo "bajo" que había caído.


Pero todo eso cambió.
Con esfuerzo, ayuda, ganas (muchas ganas), fuerza, fe y esperanza volví a escalar.
Subía cada día un peldaño, y cuando sentía que era un poquito más fuerte, subía dos. Así, hasta que conseguía subir de tres en tres. Por el camino encontraba piedras que hacían que dudara, llorara y estuviera triste, pero aún así, seguía.

Y empecé a ponerme metas.
Quería que las personas que más quería en el mundo, las que tanto habían sufrido por mi culpa, se sintieran orgullosas de este ser.
Quería mirarme al espejo, cantar frente a él cuando me secaba el pelo, poder vestirme sin esconder la mirada, no llorar entre sonrisas, no sentirme tan mal cuando veía aquellos errores cometidos, poder ser yo de nuevo, poder disfrutar de mi y que disfrutaran conmigo.
No quería ser esa, no era yo.

Meses después, me quiero.
Me ha costado tres años, pero por fin me quiero.
Sin necesidad de cambiar nada, y poco a poco aceptando mi físico.
Estoy orgullosa del camino que he recorrido, de lo que he conseguido, y de lo que aún estoy haciendo.
Me miro al espejo y ya no tengo miedo, no tiemblo y puedo jugar con el secador y mi reflejo.

Gané aquella batalla llena de errores que han conseguido que vuelva a tener esa fe en mi, y tener a mi lado a los de verdad.
A los que han luchado, a los que no se han ido, y a los que, a pesar de ver a aquel monstruo, no han tenido miedo y han peleado junto a mi.

Gala volvió, y dice que se queda.

martes, 31 de mayo de 2016

He ganado.

Esta es la carta que no lleva tu nombre.
La carta que nunca te escribiré.
Las palabras que nunca te dedicaré.
Las frases que nunca leerás, y el texto que nunca será para ti.

Tampoco sentirás la rabia que no existirá, ni el odio que te merecerás.
Ni verás en mis ojos el dolor que me crearás, no verás lágrimas que lleven tu nombre.
Y la razón es muy sencilla: Simplemente no te lo mereces.
No eres digno de una carta de despedida en la que te explique algo que no tienes, como son los sentimientos.
No mereces una carta en la que malgaste mi tiempo y mi tinta escribiendo tu nombre.
Ni siquera mereces un adiós.

Y si estoy haciendo esto, si estoy escribiendo estas palabras, por supuesto que no es por ti. Únicamente es por mi.
Porque ésto nunca será una página olvidada en un cuaderno viejo, pero podrá ser una página que pueda leer sin que los fantasmas que tú creaste quieran acabar conmigo.
Así que, allá va.


Me rompiste. Me destrozaste.
Cogiste mi interior y lo desgarraste sin piedad ninguna.
Destruiste todo lo que había estado construyendo durante años. Todo aquello lo machacaste, cogiste mis sentimientos, mi corazón y mi alma y lo dejaste por los suelos.
Volví a enterrar mi fuerza, todo mi ser y encerré a mi verdadero yo en un cajón para no debilitarme más de lo que ya estaba.
Conseguiste lo que hace tiempo nadie había conseguido: Hacerme daño, sentir asco hacia mi persona y volver a odiarme.
Así que volví a estar con Ella para que todo doliera. Subí mis muros, los reforzé y me escondí detrás de ellos para llorar hasta que la poca fuerza que me quedaba se durmiera.
Pasaba los días entre ahogos, pesadillas, dolor y rabia. Luchando cada día por sobrevivir, apoyándome en los que realmente estuvieron desde el inicio, viendo como ellos sufrían por mi..
Buscaba con desesperación ese impulso, ese momento en el que todo esto dejara de doler y se convirtiera en otro capítulo más de mi vida en el que poder coger experiencia.

Pero en toda esta historia que tú mismo creaste, cometiste un gran error.
Tenías fe en que no iba a poder con todo esto y que no iba a salir; dudabas de mi capacidad para superar todo ese dolor y.. te equivocabas.
Lo único que has conseguido ha sido hacerme más fuerte, hacer que tenga más ganas de salir al campo de batalla y luchar.
Porque una cosa estaba clara; me habías destruído, pero no habías acabado conmigo y es algo que no ibas a conseguir.

He tardado dos años de mi vida en poder terminar esto, pero al fin está acabado.
Y aunque este capítulo no se cierre para siempre, al menos podré abrirlo sin temor a que esos fantasmas se apropien de mi.

Eh, he vuelto a ganar.

lunes, 22 de febrero de 2016

Todo acabó.

Me enamoré de ti, de tu sonrisa, y de tu forma de ser. De cómo me sentía a tu lado.
De esos ojos azules profundos que me encantaba mirar y de tus caricias.
Me enamoré de tu nombre, de tu olor, de tu respiración. De la felicidad que desprendíamos cuando nos abrazábamos. De aquel banco. De nuestro primer beso. De nuestras fechas. De nuestro sueño.

Me enamoré de nuestro primer viaje donde me enseñaste mundo, aunque yo ya lo tuviera delante.
De aquellas playas en las que íbamos de la mano. De cómo disfrutabas cuando no había nada más que nosotros.
Me enamoré de de nuestras fotos, de tus historias, de nuestras memorias.
Me enamoré de nuestro "siete". Me enamoré de la forma de quererte.
Me enamoré de tu piel, y de como se fundía con la mía entre besos y risas.
De cuando dedicábamos tiempo al sexo sin mirar reloj, ni hora.
Me enamoré.. Hasta que todo se volvió a romper.

No pasaba ni un sólo día que no pensara en ese daño que tú también has sufrido. Y me invade la tristeza por saber que lo sufrido, ni se ha hablado, ni se ha dicho.
Intenté que lo hablaras conmigo, que explotaras, sin excusas ni entrecortes; sólo preguntas y sólo nosotros.
Intenté por todos los medios solucionar nuestros problemas, algo que me sigue doliendo aunque poco a poco siga pasando página.
Pero preferiste no hablar, o contárselo a alguien que ni conocías antes que hablarlo conmigo.
Y cada vez que lo intentaba solucionar, metías excusas que cada vez dolían más.
Nos faltó comernos el orgullo y poner una solución, y nos falló la comunicación.

No tomes esto como una carta de despedida, simplemente tómalo como una salida, esperando que ésto se cure y no duela más.
Aunque sigo pensando qué es lo que hice mal para que ni siquiera quisieras hablar, y pensando en lo que pudo pasar y no pasó.
No hay rencor, te lo aseguro. Sólo duele y quema, pero yo no me quedo con el remordimiento de que no luché lo que pude.. Y en aquella conversación que nunca existió sólo había una persona y se necesitaban dos.
Te quedaste cuando pudiste irte, eso es cierto y lo he dicho mil veces, pero no estando cuando te necesitaba es como si no estuvieras..
Y de verdad amor, me puse en tu lugar, en tu dolor, en tu rabia y en tu odio.. Pero al revés.. creo que nunca pasó.

Sólo me queda volver a luchar y salir, como siempre, y quedarme con los recuerdos buenos cuando ya no duela pensarlos.
Por mi parte.. Estaré bien, te lo prometo.

miércoles, 20 de enero de 2016

Un día, llegará esa luz, y todo acabará.

Creo que la manera correcta de empezar de empezar este texto, sería:

¿Qué es el bullying?
Es un anglicismo que NO forma parte de la RAE pero cuya utilización es cada vez más habitual en nuestro idioma. 
El concepto refiere al acoso escolar y a toda forma de maltrato físico, verbal y/o psicológico que se produce en la etapa escolar, de forma reiterada y a lo largo del tiempo.
(Personalmente, añadiría también "corto tiempo", puesto que también puede ocurrir.)

Bien, partiendo de esa base.
Cuando una persona comienza a recibir acoso escolar por parte de sus compañerxs de colegio/instituto puede pasar 3 cosas que todo el mundo sabe, pero que nadie ve hasta que sucede lo peor.

1. Que por suerte para la víctima, el colegio tome parte del asunto y consiga que esa víctima deje de recibir ese acoso.
2. Que esa persona continúe sufriendo ese acoso porque el colegio no tome parte del asunto y la víctima en cuestión llegue a otros niveles u otros tipos de salida tales como la autolesión.
3. Que esa persona, por el motivo que sea, no aguante más y llegue al suicidio.

Me parece indignante, que en pleno Siglo XXI, sigan habiendo noticias de personas víctimas de tal acoso, que lleguen a quitarse la vida porque prefieran estar bajo tierra gracias a una panda de inhumanos.
Y con esto no quiero decir que los suicidas sean unos cobardes; si no, todo lo contrario. Llevan demasiado tiempo luchando contra ese infierno, y al final por un motivo o por otro, deciden coger un camino.
Un camino que desearía que nadie tuviese que tomar sólo porque unos indeseables (porque no se les puede llamar de otra manera) empezaron a hacerle la vida imposible a alguien que no tenía la culpa de nada.

Que alguien tan indeseable tenga una vida tan vacía, que tenga que meterse con alguien tan sólo para demostrar algo que no es. Y que no sólo sea esa persona, si no que también se le sumen el resto de "monstruos". Porque no, no son personas. Son monstruos.
Y en este grupo, tengo que hacer mención a un "subgrupo" (llamémosle así). Este subgrupo son los llamados "no quiero saber nada".
Son los que simplemente no hacen absolutamente nada por ayudar a esa víctima, aunque realmente sepan lo que está pasando. Y que en ocasiones, lo único que consiguen es que se vuelvan un monstruo, como sus compañeros.

Lo más increíble de todo (aún si cabe) es que muchos instituciones públicas llamadas "colegios/institutos" no hagan (o no puedan) hacer absolutamente NADA para ayudar a la víctima.
Bien porque no tengan pruebas de que esa persona lo sufre, o bien porque no se quieran dar cuenta. Intento creer que lo segundo no es real, y que me estoy equivocando, pero es que ni las instituciones, ni la justicia me lo ponen fácil.
Porque esa es otra.. Nuestra querida justicia.
Está claro que la justicia no está pasando por su momento más leal, de hecho, la persona que escribe este texto, actualmente, no tiene tanta fe en ella.
Casos claros de bullying que archivan así, por el morro.
Y, ¿Qué quieren que piense de ella? Si lo único que hace es cerrar los ojos mirando a otro lado.

No me cabe en la cabeza, que no hagan nada cuando ven que una persona ha decidido quitarse la vida, por el hecho de que unos monstruos fueron a por esa persona.
Pero es que ésto, no viene de ahora, viene desde hace más de 10 años. Una década en la que ha perdido a gente por el camino, y ha hecho que otras viesen una luz y hayan salido de todo.
Gente, tenemos que abrir más los ojos y ver lo dura que es ésta realidad. Luchar y quejarnos siempre, y no cuando (por desgracia) salgan noticias en la TV de personas que han decidido quitarse la vida.
No tenemos que llorarles, tenemos que intentar que no lo hagan. Tenemos que luchar.


Y me van a permitir dar un par de mensajes:

A ti, si estás leyendo esto, si eres una de esas personas en las que ahora mismo se embarca en ese infierno, piensa que no estás sólo. Que siempre hay alguien que te puede ayudar a salir de este pozo, de esta gran mierda.
Porque, sí. Sé que es una gran mierda, y que hay días en los que piensas que no puedes salir de esto, pero te aseguro que puedes. Podrás salir con heridas, con cicatrices, con arañazos.. Pero esta guerra se puede ganar.
No te rindas, nunca. No permitas que te borren la sonrisa y las ganas de vivir. No les des el gusto de ver como un día no vuelves a clase.
Agarra ese dolor, aférrate a la vida, y continúa por el camino recto. Sé que verás la salida y sé que ganarás.
Eres un superhéroe.


Y a ti, despojo inhumano, si estás leyendo esto, deseo de todo corazón, que en ese alma podrida, que en ese corazón lleno de serpientes, monstruos y veneno, haya un minúsculo ápice de bondad y que cambies. Que dejes de ser alguien digno de dar asco y odiar, y empieces a ser una persona que ayude a los demás, que se quiera así mismo, y que se sienta con el suficiente valor para dar la cara por las cosas mal hechas.
Aunque, sinceramente, este tipo de personas no cambiáis, y seguís siendo así toda vuestra vida.



Deseo de todo corazón, que un día nadie tenga que volver a escribir ni una palabra de este tema, y que cierren este infierno de una maldita vez.


Fdo: GALA.

domingo, 18 de octubre de 2015

Una pesadilla más.

Era una noche oscura, no muy fría, lo justo para poder usar un pijama largo.
Mirando hacia el horizonte y divisando las luces que podía observar en la lejanía, me puse a pensar, y de pronto, sin saber muy bien porqué, comencé a llorar.
Me volví a sentir como hacía unas semanas.. Me sentía una carga, algo imposible de curar, me sentía mal conmigo misma, cansada, rota, como si hubiese pasado por una trituradora.. Me sentía débil..

Y empezaba a sentir cómo me llamaba..
Notaba cómo buscaba mi piel, como volvía a intentar destruirme de nuevo, a querer poner ese contador a cero, dando paso a una nueva caída.
Podía palparla sin tenerla aún en mis manos, podía notar ese dolor cuando rasgaba mi piel sin haberla acariciado cuando tan sólo pasaba mis dedos por la muñeca..
Tenía tantas ganas de volver a hacerlo.. De volver junto a ella y de volver a hacerme daño..
Había fallado tantas veces que pensé: "¿Qué más da? Por una más, no va a pasar nada.."
Solo quería quitarme esa rabia, ese sentimiento, ese dolor.
Y aunque sabía perfectamente que no iba a ser sólo una, que no acabaría sólo en una herida más, no se me quitaba esa idea de la cabeza..

Cuando me quise dar cuenta, estaba en esa cama que tantas veces había visto esos golpes, con aquel cuaderno que la guarda y la protege, buscando la hoja en la que se esconde y volviéndome a sentir igual de mierda que siempre.
Con sólo sujetarla con mis dedos, sentía como el dolor se iba apaciguando más..
Y me odiaba por no poder evitarlo, por tener que haber una nueva guerra de mi piel contra ella, derramando sangre en cada caída, notando cómo mis lágrimas chocaban contra las antiguas cicatrices, sintiendo como interior se desgarraba por dentro a gritos..

Y cuando por fin todo terminó, yo me desperté.
Tan sólo había sido una pesadilla que mis fantasmas me hacían rememorar.. Asustada, me alumbré con el móvil y observé que mi piel seguía sin marcas.. Me sentí tranquila, más relajada.. Pero, lo miré por temor, por miedo a que no fuera una pesadilla, o a que inconscientemente lo hubiera hecho..


Hay días en los que deseo que esa pesadilla se cumpla para poder seguir luchando sin tener dolor ninguno. En cambio, hay otros días en los que lucho desde que me despierto para no hacerlo, consiguiendo irme a la cama sin un rasguño.
Y mi interior es una constante lucha entre lo que quiero hacer y lo que no puedo.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Superación.

Sigo temblando cada vez que cojo una cuchilla.
Cada vez que algo afilado recorre mis manos.
Cada vez que algo puntiagudo pasea por mis muñecas, deslizándose por mi piel.
Y no tiemblo por las ganas que tenga de hacerlo, porque no quiero; aunque a veces me apetezca mucho.. Si no por el propio miedo.
Miedo de volver a tener que esconder mis brazos con mangas largas poniendo excusas absurdas, e intentando que no las suban.. Y por miedo a volver hacia atrás.
Por el dolor que me supone cada vez que les miro a los ojos y veo lo que ellos también tienen que pasar..
Porque duele, y mucho.

Y aunque en este instante hable de ella, aunque ésto sea sobre heridas y cicatrices, no es un tema del que pueda hablar con normalidad.
Porque no es algo de lo que me sienta orgullosa, pero es algo que forma parte de mi, y aunque siga doliendo al mirarlas, o saber que están ahí, es algo que forma parte de lo que soy yo; aunque yo me siga sin querer, ni aceptar.
Y si no hablo de este tema es por el qué dirán.. Porque la gente cree que con decir que así no se soluciona nada, ya nada va a pasar.
Porque.. sí, vale, tienen razón. Así no se soluciona nada, pero por cada poro abierto, hay un motivo por el que luchar.
Te desahogas y sigues luchando; procurando que no haya nuevas, procurando que la gente no vea las viejas..
Porque esas mismas personas son las que tienden a hablar sin tratar de entender lo que pasa detrás de cada herida. Sin saber lo complicado que es tener que aprender a convivir con ellas, intentando evitar que te preguntar por esas cicatrices para no tener que contar una historia, y así no soportar esas caras.
Cara que puedes leer con facilidad, y que muy pocas veces son caras y miradas que no hacen daño, ni piensan que lo haces por victimismo.

Pero.. ¿Por qué escribir ésto ahora y no antes?
Porque aunque mis sentimientos siguen siendo los mismos, casi estoy preparada para luchar contra esta guerra personal, una guerra que espero cerrar algún día..
Y si estas líneas son leídas por alguien que está pasando por algo similar a ésto y consiguen que por una noche no tenga que llamarla y sumar una herida más, habrá merecido la pena.

La cuchilla no es una solución, tan sólo es una manera de auto-ayudarte a no acabar bajo tierra mucho antes de lo esperado.